["¡A la hoguera!" gritó Yos en cuanto terminó de leer Herejía entre sudores fríos y amapolas. Lo de amapolas es por aportarle a la estampa un toque de color. Yos es alérgico.]
Vosotros no me podéis ver -salvo Obama y sus hackers, ¡hola, Obama!- pero tengo cara de decepción a lo "a las fiestas del pueblo no viene el cantante que yo quería y me enfado con la vida", aunque en este caso está motivado, el enfado, por la tremenda desilusión que me he llevado al leer Herejía de David Lozano Garbala.
Cuando no me gusta un libro en el que tenía puestas muchas esperanzas (no sé si es la palabra que busco) me cabreo mucho con él -¡hola, El psicoanalista!-, pero conforme va transcurriendo el tiempo me culpo a mí y me hace sentir mal. Una cosa muy rara, lo reconozco. Pues en esa fase estoy ahora. De hecho he dejado que pasen bastantes días entre que terminé con Herejía y escribo este post. No quería ser injusto con la obra y, ni mucho menos, con el autor que, de paso, es uno de mis escritores favoritos españoles por ser el autor de una ídola trilogía llamada La puerta oscura.
«Yos, y también por mencionar la canción Americano en Cielo rojo, no lo niegues».
Y por mencionar la canción Americano en Cielo rojo. En realidad tenía más ganas al libro por el mero hecho de gustarme cómo escribe David Lozano más que la propia historia en sí, de la cual sabía muy poco y en general siempre es así. Confío en él.